06 abril 2006

Padre e hija

Padre e hija
de Luis Andrés Peña

Esa certidumbre le impedía avanzar, ella no creía poder y fue así que sólo se sentó bajo su árbol viejo, se sacó la ropa, quedó totalmente desnuda y entre las hojas espió al sol y estornudó, regó el pasto que estaba marchito por las heladas de madrugada y por esos sutiles pero violentos rayos de sol de otoño, esa incertidumbre del clima, o ganas de joder quién sabe de quién, le hacia retraerse en viejos y futuros recuerdos, le hacia recordar lo que tuvo y lo que tendrá, lo que en definitiva nunca existió, sintiéndose desposeída pero con una cosa en el mundo, el árbol donde se apoyaba, ese árbol que creía que ella era fruto de él, como también ella creía ser su hija, por respirar gracias a él, por sólo respirar sus desechos, y esa certeza de padre e hija sólo se debía a reciprocidad, reciprocidad que llaman amor, esa reciprocidad era la certidumbre que la mediocrizaba , que le impedía avanzar, irse, ser.

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