03 octubre 2005

Evocaciones del Condenado

Evocaciones del Condenado
de Sebastian Toricisi

Fue aquella noche la culpable de mi actual estado. Aquella noche que aún hoy evoco casi como una fantasía onírica o una ilusión de pesadilla. Pero las marcas en mi cuerpo dan testimonio de que los hechos tuvieron lugar en este mundo. Recuerdo como el cielo me imbuía a actuar, a buscar nuevos modos de goce, alejados del vil poder sensorio de los mortales; más cercano quizá a un estado numénico de sublimidad. En sus mandatos se entremezclaban diversos símbolos que mi raciocinio lógico intentaba decodificar. Hoy solo los recuerdo como tonalidades y entes amorfos; pero esa noche las imágenes inescrutables penetraron mi corteza cerebral y fueron a sondear los terrenos laberínticos y pantanosos de mi inconciencia; permeando la línea que divide al hombre del animal. Fui víctima de terribles y violentos espasmos; lancé una última blasfemia nocturna, casi preparando mi cuerpo para descender a las mansiones eternas de Hades. Lancé una última mirada sobre el mundo, cargada de arrogancia y altivez, ya que de algún modo la irrealidad de la situación habíame persuadido de su intención benéfica, y fue en aquel momento en que comprendí que ya no formaba parte de la humanidad. Los días pasados habían perecido. Sentí unas manos que intentaban, con actitud solícita (o quizá egoísta), tomar las mías que ya se disponían a abandonar el mundo de los hombres. Miles, millones de otras manos rencorosas rasgaban con ungular vehemencia mi piel que poco a poco se alejaba, hacia un estado inaprehensible, inconcebible, incomparable, inexplicable, invulnerable e inaccesible para ellas. Allí estaba yo, como déspota del universo; decretando un nuevo orden, regido por la voluntad de la noche infinita...Una visión beatífica tal vez. Un páthos místico quizá. Un arrebato de orgullo o una voluntad de alejamiento... Hoy mi cuerpo esta sangrando. Las cadenas aprisionan mis miembros y cuatro muros empedrados acogen mi visión aguileña.

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